Datos de América Latina

Uruguay tiene la menor tasa de mortalidad materna y es tercero en cuanto a la infantil

“Uruguay tuvo avances notorios en primera infancia en la última década”, aseguró la subsecretaria de Salud, Cristina Lustemberg. Respecto del promedio de América Latina, este país tiene los indicadores más bajos en mortalidad materna y está tercero en infantil, al pasar de 12,7 por cada 1.000 nacidos vivos en 2005 a 7,8 en 2014. El Gobierno sigue trabajando para garantizar oportunidades a cada niño, sin importar dónde lo haga.

Indicadores de primera infancia mejoran notablemente desde 2005

El Sistema de Protección Integral a la Primera Infancia, en el que se trabaja y que el Presidente Tabaré Vázquez defendió en un reciente simposio internacional en Montevideo, tiene que ser acompañado por un programa de información que permita ver la trayectoria de los niños y niñas desde el embarazo hasta la primera etapa de la vida, explicó Lustemberg, respecto de las política de primera infancia.

Se deben cruzar las variables existentes del sector educativo al sector salud y prestaciones sociales, complementó.

“Así, Uruguay tuvo avances notorios en primera infancia”, indicó Lustemberg, en entrevista con la Secretaría de Comunicación Institucional, para lo cual repasó algunos indicadores a modo de ejemplo.

La pobreza infantil bajó de 57 % en 2004 a 20,4 % en 2014 y la mortalidad de 12,7 cada 1.000 nacidos vivos a 7,8, indicador este último que nos posiciona en el tercer lugar en América Latina en la escala con menor cantidad.

También se reducen desde hace 10 años los indicadores vinculados a nutrición y a desarrollo infantil. Se alcanzó un indicador de salud y mortalidad materna, que nos coloca como líderes de América Latina y segundo en todo el continente después de Canadá.

A pesar de todo esto, el Gobierno de Tabaré Vázquez considera que debe seguir trabajando para garantizar oportunidades a cada niño que nazca y que las familias en Uruguay elijan el momento de tener hijos.

“Uruguay hoy avanza mucho hacia la construcción de un sistema de protección que requiere de la consolidación de los indicadores. Cada uno debemos comprometernos”, apuntó.

“En el sector salud tenemos indicadores comprometidos, Uruguay Crece Contigo tienen los suyos, el Sistema Nacional de Cuidados y el Instituto del Niño y del Adolescente también los tienen, así como el Ministerio de Educación y Cultura”, argumentó.

En este contexto, Lustemberg insistió en la importancia de aunar acciones, reduciendo las fragmentaciones que aún persisten y poniendo al niño y las familias en el centro.

En función de ellos, toda la red de protección social va haciendo lo necesario para acompañar la crianza y el desarrollo de las familias. “Esto implica una gran responsabilidad del Estado, pero solo no puede hacer todo, de ahí la importancia del apoyo del Poder Legislativo, de todos los sectores políticos representados”, abundó.

“Para tener democracia, necesitamos más acciones que permitan que esos 48.000 niños y niñas que crecen en Uruguay --son muy pocos-- tengan garantizadas la igualdad de oportunidades desde el inicio de la vida. No puede ser que su futuro esté determinado por el lugar en el que le tocó nacer”, advirtió.

Los indicadores demuestran cómo la situación y la realidad de los niños cambian cuando se los acompaña y se genera la corresponsabilidad entre las familias y el Estado. “Cuando eso ocurre, cambian notoriamente los datos estadísticos”, aseguró.

La Encuesta Nacional de Desarrollo Infantil sobre nutrición, cuidados y servicios, desarrollada desde el programa Uruguay Crece Contigo (UCC), la Universidad de la República (UdelaR) y el Instituto Nacional de Estadística (INE), permite conocer datos universales que hasta ahora no se tenían (existían solo en forma parcial).

Con esos indicadores es posible hoy diseñar políticas sanitarias, de educación, de cuidados, de salud sexual y reproductiva, explicó.

Esta encuesta muestra que 4,5 % de los niños y niñas de Uruguay tienen retraso en la talla, que aún hay dificultades en cuanto a alteraciones del desarrollo y en la crianza. El informe muestra además un “desvínculo” de los padres en cuanto a las responsabilidades económicas, el desarrollo de la paternidad y las responsabilidades que se tienen cuando se asume el rol de ser padres.

Los datos de las más de 3.000 familias contenidas en la encuesta permiten seguirlas como una cohorte e ir diseñando las diferentes políticas.

Lustemberg dijo que se deben mejorar los indicadores de desarrollo con acciones concretas. Desde el sector salud se comprometen a disminuir el bajo peso al nacer, la prematurez, los indicadores de malnutrición y sobre todo el de anemia.

En ese marco, 31,5 % de los menores de dos años tienen anemia por déficit de hierro, lo cual no puede ocurrir dado las implicancias que eso tiene en su desarrollo posterior, sobre todo en cuanto a dificultades en el aprendizaje y a la conformación de las microestructuras cerebrales.

Asimismo, se debe mejorar los indicadores de las enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes, la hipertensión y las coronariopatías.

Aseguró que está demostrado que una madre, que en el embarazo sufrió algún tipo de malnutrición o estuvo expuesta a algún tipo de estrés, se produce una modulación en sus genes y se traduce en que ese niño tenga más probabilidades de tener bajo peso al nacer o alguna modificación genética que en su vida adulta se podrá traducir en coronariopatías e hipertensión.

“Hay evidencia científica que lo sustenta”, aseguró Lustemberg, para quien es muy importante el desarrollo de las destrezas y habilidades socioemocionales y cognitivas de los niños.

Recordó que, si un niño es querido y tiene resueltas sus necesidades nutricionales, su futuro será diferente.

“Uruguay tiene cifras muy altas de violencia y de maltrato emocional y físico en las mujeres, lo cual repercute directamente en los niños que viven en esos hogares”, advirtió.

Es necesario, añadió Lustemberg, trabajar en pautas de crianza y en fortalecer la autoestima. Los niños en la primera etapa de la vida (dos o tres años) cuando van desarrollando su autonomía requieren límites de manera firme pero con afecto, nunca formas de maltrato físico, verbal ni agresividad.

“Esa es la base para cambiar los indicadores sociales”, indicó.

 

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